Una lágrima y el sueño de un reencuentro

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Por Matías Valenzuela ss.cc.

Uno de los comentaristas de la obra “Nunca me abandones” señalaba no sin razón que se mezclan aquí estilos como el de Aldous Huxley en un “Un mundo feliz” y el de Kafka en “El proceso”,  porque se trata de una obra que nos coloca en un mundo donde hay personas que nacen a partir de la clonación, científicamente, con la finalidad de donar sus órganos para salvar otras vidas, es decir, como una manera de enfrentar enfermedades, pero donde estos seres humanos fruto de la clonación prácticamente no saben quiénes son y cómo es el mundo más allá del lugar donde han sido criados. Todo es anónimo y misterioso.

Una de las cosas interesantes de la obra es que se escribe desde la óptica de una de las protagonistas, que cuenta todo lo que ha vivido y cómo lo ha logrado entender, desde su más tierna infancia. Lo que nos permite seguirla desde sus primeros años de escolaridad, con sus amistades y sentimientos, pasando por su adolescencia hasta llegar al momento de la juventud que es desde donde hace memoria. En ese sentido el autor nos sumerge en el mundo de una escuela donde priman las relaciones horizontales, aunque hay adultos, pero son prácticamente espectadores de lo que los niños y jóvenes van viviendo.

«Y cuando pasan a su lado la impresión que les provocó fue terrible porque se dieron cuenta que ella las veía “como si fueran las arañas de la historia” es decir, con pavor, con asco». Fotografía: T. Kelley (www.unsplash.com)

El lector poco a poco va comprendiendo el mundo en el cual están sumergidos los protagonistas y cuál es el drama que les toca vivir. Para mí el momento en que el relato se me hizo más transparente fue aquel en que las amigas de Kath – que es la narradora en primera persona – deciden acercarse a la mujer que se llevaba sus creaciones de la escuela a quien llamaban Madame para cerciorarse si efectivamente les tenía miedo. Y cuando pasan a su lado la impresión que les provocó fue terrible porque se dieron cuenta que ella las veía “como si fueran las arañas de la historia” es decir, con pavor, con asco. Ahí comprendí que había algo muy raro, que las distinguía del resto y que las haría caminar en soledad por el resto de sus vidas.

Hay muchos temas interconectados en la obra. Pero para ser claros, pienso que uno de los aspectos o preguntas decisivas que se plantea la novela es si estos seres humanos creados científicamente son o no personas y uno de los aspectos que se usa como argumento para responder positivamente es que las creaciones artísticas de los niños y jóvenes clonados manifestaban su interioridad, o sea, que ellos también tienen alma. La obra une esto al hecho de que merecen una educación de calidad y una vida digna hasta el momento en que comiencen a donar. O sea, aunque sus vidas estén ya predefinidas, como verdaderos peones, al servicio de la salud de otros, merecen un trato humanitario. Pareciera haber un buen fin, un fin caritativo, pero no deja de ser espeluznante. Terrorífico. Aunque siempre es planteado todo con la máxima serenidad, como si no pasara nada.

El otro aspecto que es muy visible en la obra, desde la segunda mitad de ésta –o sea, cuando los jóvenes han dejado las instituciones educativas y comienzan a ser “cuidadores” o “donantes”– es su soledad. Han pasado por centros educativos, donde han crecido sin padres, pero al menos han estado rodeados de personas, muchos de los cuales han sido sus amigos. Con aparente normalidad. Aunque muchos temas no se podían conversar, eran incómodos o definitivamente tabú, definidos así por una ley no escrita. Pero luego, al partir de esos lugares las relaciones se vuelven volátiles, efímeras, sin consistencia, al punto de llegar a decir que sólo tenían pasado. Lo único que les queda son sus recuerdos. Pasado que también se extingue porque como una corriente de agua se lo lleva todo y el lugar donde crecieron, lo que fue su vida es clausurado y todo se esfuma. Al no tener presente ni tampoco pasado sólo queda la soledad más grande. Incluso el amor, la relación de pareja, se hace amarga, porque parece que todo ya es o era demasiado tarde. Uno de los textos más hermosos y expresivos de esta soledad y de esta nostalgia es lo que Tommy le dice a Kath antes de separarse definitivamente:

 “Supongo que tienes razón, Kath. Eres una cuidadora buena de verdad. Serías perfecta para mí si no fueras tú. – Soltó una risita y me rodeó con el brazo, aunque seguimos sentados uno al lado del otro. Luego dijo -: No hago más que pensar en ese río de no sé qué parte, con unas aguas muy rápidas. Y en esas dos personas que están en medio de ellas, tratando de agarrarse mutuamente, aferrándose con todas sus fuerzas el uno al otro, hasta que al final ya no pueden aguantar más. La corriente es demasiado fuerte. Tienen que soltarse, y se separan, y se los lleva el agua. Pienso que eso es lo que pasa con nosotros. Qué pena, Kath, porque nos hemos amado siempre. Pero al final no podemos quedarnos juntos” (345).

Es un mundo donde no está Dios, aunque aparece en el discurso algunas veces y uno podría atisbar que los seres humanos se han erigido en el lugar de dios, creando otras vidas, pero manipulándolas, para su propio beneficio. Hay dos oportunidades en que Dios es nombrado y que me quedaron resonando, una es a  propósito de la transformación de Tommy, cuando ya no se enfurece y Kath le pregunta si se ha encontrado a Dios o algo así. Se percibe ahí algo que es propio de la espiritualidad de todos los tiempos y que se refiere al hecho de que el encuentro con Dios es transformador y es fuente de paz, de mayor armonía e integridad. Y en otro momento a propósito de algo que resultaba misterioso, que se transformaba en algo sabido por todos, muy rápidamente, al modo de un rumor, la protagonista se dice, sólo Dios sabe cómo ocurre esto. Dios es el lugar del misterio y de lo comunicado casi espontáneamente, interiormente.

Fotografía: N. Mason (www.unsplash.com)

Uno de los aspectos que a mí me queda dando vueltas de la novela, que me genera preguntas y que me lleva a una reflexión más personal, es el siguiente. Yo me pregunto por qué los protagonistas, estos jóvenes fruto de la clonación no se rebelan, no se resisten, por qué no huyen. Por qué no arman un ejército. Por qué no escapan a este destino que parece inexorable. Por qué nadie manifiesta al menos indignación ante lo que sucede y ante lo que se supone deben hacer. Aquello para lo que han sido creados. Esa pregunta me surgió mientras leía la novela y hasta el final. Ahí el único que justamente expresa rabia y con fuerza, al punto de parecer completamente inadecuado es Tommy y por ello Kath al final le dice quizás tú siempre lo supiste – refiriéndose a todo lo que sucedería con ellos. Es en esa rabia, en esa indignación donde yo veo a Dios. Tanto ahí como en el deseo de estar juntos, buscando y encontrando lo que se había perdido. Es en ese amor que se apasiona y se desordena muchas veces, que pugna por no soltarle la mano al amado o a la amada y luego se muerde los labios, porque no se lo permite el río de los acontecimientos, al punto de gritar con todas sus fuerzas, aunque su voz no sea escuchada.

Quizás aquí se percibe en algo el genio japonés del escritor, porque finalmente la respuesta de la protagonista es una lágrima y el sueño de un reencuentro, que se deja ir, es decir, una emoción contenida, una separación aceptada, una increíble fuerza de voluntad ante el misterio de la separación y la soledad.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. josesscc dice:

    Muy bueno el tema de la soledad. No lo había profundizado tanto. Sin raíces ni frutos, sin pasado ni futuro. En las sociedades sin padres (ni hijos), parece que el ser humano se siente más solo. Comprendo ahora cuántos nos acompañan las generaciones pasadas y venideras. Que seas un eslabón suelto de la «Cadena humana» (Seamus Heaney) te expone a la soledad y la muerte. Gracias Matías.

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  2. matissscc dice:

    A mi me impresionó este aspecto de la novela, personas preparadas para la muerte cuyos vínculos eran débiles, sin raíces ni frutos. Aunque está presente el vínculo de amistad y el de la relación de pareja, pero se truncan justamente porque falta la libertad. Están tan condicionados por lo que ellos no han decidido que no pueden optar por la fidelidad y por entregarse el uno al otro enteramente. Eso se ve atemperado por la relación donante/cuidador en la que sí hay entrega recíproca y donde algunos, como Kath, logran realizarse. Pero de nuevo, a mí lo que más me cuestiona es la falta de libertad, se parece más al estoicismo, donde se acepta lo irrevocable. No logra producirse, en plenitud, lo que dice Jesús: «nadie me quita la vida, soy yo quien la doy libremente» (Jn 10,18), que a mi modo de ver es lo que da verdadera vida.

    Por otro lado, reconozco, que hay algo muy hermoso en la novela que tiene que ver con esa exploración de la interioridad, desde los detalles más simples de la vida. A mí me impresionó cómo fue tejiendo el relato, mostrándonos a los personajes, sus emociones, sus preguntas, sus conflictos, y ahí descubriéndonos su humanidad. Nos fue diciendo, sí, ellos también tienen alma, son personas, y sólo Dios sabe cómo están comunicados. Hay mucha riqueza ahí. Gracias José!

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